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lunes, 28 de marzo de 2016

El Oráculo del I Ching: La Grandeza, la fortuna



El mensaje de la semana a través del I CHING: La Grandeza, la Fortuna (14)

El trigrama superior está representando el Fuego, el brillo, la luz, el calor, lo esclarecedor, comunicativo e inteligente.
Pone fin al hemiciclo Yang.

El trigrama inferior representa el Cielo, lo creativo, lo inspirador, la fortaleza y el poder.
La fuerza del Cielo hace que los planetas se mantengan en sus órbitas y es el centro del hemiciclo Yin.

Una llama en el cielo lo ilumina todo dejándonoslo a la vista.
Claridad y Fuerza se unen en este hexagrama, generando relaciones perdurables en el tiempo.



En la imagen vemos al Sol, la gran bola de fuego dominado el cielo y la tierra con grandeza, mientras un dragón rojo permanece flotando en la escena de fondo anaranjado.

No sé quién dijo una vez, “si no conoces las posibilidades de la grandeza, ¿por qué sueñas con ella?”.

Si lo pensamos detenidamente, tener fortuna, ser grande, conlleva una gran responsabilidad. Porque al fin y al cabo no deja de ser una energía, algo con lo que podemos hacer muchas cosas si nuestro espíritu es grande y elevado o ninguna, si somos tacaños y dejamos que esa energía se pierda o estanque.

Que la vida nos ponga en una situación envidiable, no quita para que también suponga una prueba para nosotros, el hecho de comprobar que somos capaces de mantenernos centrados y trabajando para encontrar el equilibrio en esta nueva situación.

El hecho de tener cierto estatus nos brinda la posibilidad de hacer algo, no sólo para nosotros sino también para otros, para mejorar la vida de aquellos que nos rodean, poder hacer realidad proyectos e ideas, eso sí, librándonos primero de grandes cantidades de egoísmo y avaricia, que es la otra cara de la abundancia.

Sea como sea, lo que nunca debemos perder de vista, es que no importa lo que se nos ponga a nuestro alcance en un momento determinado, nada nos pertenece, todo es prestado para desarrollar nuestra existencia y al final de  nuestra vida  tenemos que desprendernos de ello.

Venimos al mundo desnudos y sin posesiones y cuando lo dejamos no nos llevamos nada, no hemos sido dueños de nada, ni siquiera del tiempo de nuestra vida, todo ha sido un préstamo.

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