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miércoles, 30 de marzo de 2016

Alquimia en la Antigüedad

Mundo Moderno y Sabiduría Antigua. Parte 7.


La Alquimia es la base de la Química moderna, pero también el arte de la transmutación de los metales, especialmente focalizado en la “fabricación” de oro a partir de otros metales básicos, y fue objetos de muchos estudios tanto en Oriente como en Occidente.

Oro alquímico
El oro alquímico fue el sueño dorado



Los eruditos de muchos siglos creyeron que los elementos químicos eran estables y que no podían transformarse; éste era uno de las razones por las que los alquimistas fueron tachados de charlatanes e idiotas. El físico inglés Rutherford echó esta teoría por tierra dando la razón a los alquimistas en el año 1919 cuando transmutó nitrógeno en oxígeno e hidrógeno al bombardear al primero con helio. Fue la primera transmutación “oficial” de la ciencia moderna.

Teniendo en cuenta el gran costo en materiales que conllevaba un laboratorio alquímico, se puede considerar que era absurdo realizar tamaña inversión de dinero, tiempo y salud, si no tenían una esperanza de alcanzar resultados materiales positivos en sus experimentos. Y si no obtenían beneficios, ¿cómo podían mantener esas instalaciones tan caras?
Es verdad que hubo muchos fracasos y abandonos a lo largo de los años, pero el número de individuos que persistieron en su “quimera” fue sorprendentemente alto.

En torno al año 300 de nuestra era el emperador romano Diocleciano promulgó en Egipto un edicto en el que ordenaba que fueran quemados todos los libros que trataban sobre “el arte de fabricar oro y plata”, lo cuál demuestra que dicho arte existía.
Este es el mismo emperador que ordenó destruir todos los lugares de culto cristiano, así como todos sus libros y todos sus seguidores.
El decreto contra la Alquimia y sus practicantes era de la misma clase, y posiblemente la existencia de oro producido artificialmente era considerada tan real como la presencia de cristianos.
El motivo para semejante actitud frente a la Alquimia no es difícil de entender. Diocleciano entendió perfectamente que el oro es poder. Un alquimista capaz de fabricarlo con costes inferiores al natural podía convertirse en una amenaza para el Estado y para su Economía. Un hombre así era capaz de comprar terrenos, e incluso funcionarios.
A modo de ejemplo citaremos el caso del millonario Didio Marco, que era guardia pretoriano, y compró todo el Imperio por una cantidad de 35 millones de dólares actuales, aunque pronto fue decapitado por el emperador Septimio Severo.

El templo de Ptah, en Menfis (Egipto) poseía fundiciones de acuerdo a las informaciones proporcionadas por el alquimista Zósimo (año 300 de nuestra era). El dios Ptah era considerado como el protector de los alquimistas.
De hecho las nombres de Química y Alquimia provienen ambas en su origen de la palabra egipcia Khemt.

En el siglo VIII el árabe Jabir (Gener) sistematizó los conocimientos alquímicos de la época provenientes de Egipto y por eso es considerado como el padre de esta ciencia. Pero también hay que señalar que Jabir figura en la historia de la Química moderna.

Otro hecho importante a tener en cuenta a la hora de hacer una aproximación a la Alquimia es su gran extensión geográfica. Fue conocida en China, la historia de Chia la menciona en el año 133 antes de J.C.  Pero aún más antiguo es el Tratado de elixir refinado en nueve calderos que fue hallado en una caverna por Chang Tao-ling, que estudio en a Academia Imperial de Pekín. Se cree que este Tratado fue hecho por el propio Emperador Amarillo (siglo XXVI antes de J.C.)

En la China del año 175 antes de J.C.  se promulgó una ley contra la práctica de la falsificación del oro mediante métodos alquímicos. Esto nos prueba que la Alquimia debió de tener una existencia mucho más larga de la que podamos imaginar si llegó a convertirse en un problema para el erario del Imperio, y además prueba también que la producción debió de ser lo bastante alta como para que el gobierno central sintiera miedo.

La opinión mayoritaria de los alquimistas de Egipto, India, China y Europa Occidental era que el mercurio y el azufre tenían grandes propiedades para la transmutación. Esta unanimidad resulta cuando menos extraña si tenemos en cuenta las largas distancias que hay entre esos países, sobre todo en aquellos tiempos.


Si tenemos en cuenta que el hecho de fabricar oro artificialmente colocaba a sus practicantes en una situación más que delicada a causa de envidias, malicia, saqueos y la propia inquina del poder gubernamental, es normal que los alquimistas utilizaran un lenguaje oscuro y metafórico en sus textos. Más aún si se era un alquimista europeo en tiempos de la Inquisición que como todos sabemos no se andaba por las ramas.

A pesar de todo esto, durante el siglo XIII y XIV, la Alquimia se difundió tan ampliamente que atrajo la atención de otro enemigo poderoso, el Vaticano. Esta ciencia fue prohibida en la bula Spondent Pariter del Papa Juan XII en el año 1317, que condenaba a los alquimistas y ponía además altas multas a los estafadores que se lucraran con los negocios de la transmutación.

Si al Alquimia llegó a Europa entre los siglos VIII y XI fue gracias a sabios árabes como Jabir, Al Razi, Farabi o Avicena (Ibn Sina), y a los que a través de sus viajes trajeron con ellos costosos libros y manuscritos que versaban sobre este tema.

El rey Enrique IV de Inglaterra promulgó un acta en el año 1404 en la que declaraba que la multiplicación de los metales era un crimen contra la Corona. Debemos señalar que en esa época ocurrían la Guerra de los Cien Años y la Revolución de los Campesinos. Un rey con tanta necesidad de dinero no debía sentirse muy inclinado a perder esa fuente de financiación para sus empresas.
Al mismo tiempo, ese mismo rey otorgó permiso a John Cobbe y a John Mistelden para practicar “el arte filosófico de la conversión de los metales” para producir oro que era utilizado en al acuñación de monedas. Este permiso fue aprobado por el Parlamento. Esto demuestra que la realeza no toleraba la fabricación de oro alquímico, a no ser que fuera su propio Tesoro el destinatario del mismo.

Es muy significativa también la derogación en 1688 (más de dos siglos después) del anterior permiso por parte de Guillermo y María de Inglaterra. “…desde la elaboración del susodicho decreto diversas personas han llegado a una gran habilidad y perfección en el arte de fundir y refinar metales…”.
El Acta de Casación decía que los ingleses debían partir a países extranjeros para ejercer “ese arte filosófico” con gran pérdida del reino, por lo que “todo el oro y la plata que hubieran obtenido gracias a ese arte” debía volver al Tesoro de Sus Majestades sito en la Torre de Londres.

En el Departamento de Monedas y Medallas del Museo Británico de Londres se exhibe una bala de oro alquímico con la siguiente leyenda (sic): “Oro fabricado por un alquimista a partir de una bala de plomo, en presencia del coronel MacDonald y el doctor Colquhoun, en Bupora, en el mes de octubre de 1814”.

Johann Helvetius, médico del príncipe de Orange en el siglo XVII, tenía fama de haber triunfado en la transmutación de los metales. El inspector general del Tesoro de Holanda, de nombre Porelius, tomó un trozo de oro alquímico y lo llevó al joyero Brechtel para peritarlo. El resultado fue que después de la transmutación había cinco gramos más de oro que antes de la prueba.

¿Qué es la transmutación de los metales?

El plutonio es un elemento que no existe en la Tierra, pero que puede ser creado por los físicos nucleares. Esto es transmutación.
Transformar el mercurio en oro significaría cambiar la estructura atómica del mercurio, su número de electrones con sus órbitas, y su número y posición de protones y neutrones que es lo que determina a un elemento.
Es curioso que el oro alquímico se obtuviera siempre a partir de mercurio o plomo. En la tabla periódica de elementos de Mendeleiev del año 1879 que todos hemos estudiado en el colegio, el número atómico del oro es 79, el del mercurio 80, y el del plomo 82, Dicho de otra forma, son vecinos de apartamento.
¿Habían descubierto los alquimistas las tablas de elementos y sus propiedades siglos antes  que Mendeleiev?

Podemos describir perfectamente a Alberto Magno (siglo XIII de nuestra era) como un pionero de la Ciencia moderna. Él escribió y mucho sobre Astronomía y Química. También creía que era una realidad la transmutación alquímica, y llegó a dictar normas y reglas para practicarla, por ejemplo “evitar cuidadosamente la asociación con príncipes y nobles, y cultivar la discreción y el silencio”.

El gran Roger Bacon (¿1214?-1294) no dejó bajo lenguaje cifrado una fórmula para fabricar cobre, que fue descifrada por William Newbold. En la Biblioteca de la Universidad de Pensilvania guardan un matraz con esta etiqueta del 1 de diciembre de 1926: “Esta retorta contiene cobre metálico elaborado según la fórmula secreta de Roger Bacon”.

El insigne doctor Paracelso (1493-1541) descubrió el cinc y fue la primera persona en identificar el hidrógeno. Pero su fama como alquimista fue lo que le dio la inmortalidad, al menor la literaria, y fue tan grande que después de muerto se abrió su tumba en Salzburgo porque se rumoreaba que junto a él se habían enterrado grandes tesoros y saberes alquímicos, aunque nada de esto fue hallado al exhumar el cadáver.

Otra figura clave de la historia de Alquimia es Nicolás Flamel (1330-1418). En su obra Figuras jeroglíficas narra que le fue ofrecido un tomo muy antiguo de Abraham el Judío y que lo compró. Junto a su esposa Pernelle pasaron años estudiando el libro hasta llegar a la conclusión de que era un tratado de Alquimia.
Usando dicho libro, Flamel consiguió el 17 de enero de 1382, a los 52 años, su primera transmutación de media libra de mercurio en plata pura. El 25 de abril lo conseguiría con el oro.
Nicolás Flamel construyó muchos hospitales e iglesias en París gracias al dinero de sus trabajos alquímicos. El mismo lo admite cuando escribe: “En el año 1413, después del transito de mi fiel compañera a la que echaré de menos el resto de mi vida, ella y yo ya habíamos fundado y financiado catorce hospitales en parís, además de tres capillas completamente nuevas, decoradas con costosos regalos y que se benefician con buenas rentas, siete iglesias con numerosas reparaciones hechas a sus cementerios, así como lo que ya habíamos hecho en Boulogne que es apenas menos de lo que hicimos aquí”.

Placa conmemorativa de la casa de Nicolás y Pernelle Flamel en París
Placa conmemorativa de la casa de Nicolás y Pernelle Flamel en París



El libro de Abraham el Judío probablemente no es ficticio, puesto que consta inscrito en el Catalogus librorum philosophicorum hermeticorum, del doctor Pierre Borelli en el año 165, una persona que desde leugo no puede ser calificada como común, ya que en su época ya imaginaba “barcos aéreos con lo que aprender la verdad sobre la pluralidad de mundos”.

Igualmente de espectacular fue el caso del alquimista inglés George Ripley (siglo XV). Elías Ashmole, famoso por su colección legada a la Universidad de Oxford y conocida como Museo Ashmoleano, cita un documento de la isla de Malta según la cual, sir George Ripley hacía una contribución anual de cien mil libras a la Orden de San Juan de Jerusalén, en Rodas, para ayudarles en sus luchas contra los turcos y a favor de los Santos Lugares.

Anteriormente hemos mencionado al Papa Juan XXII al hablar de las prohibiciones contra la Alquimia. Pues resulta que tenía una gran interés por esta ciencia. Tanto es así que escribió un tratado alquímico Ars Transmutatoria, en la que narra como trabajando en Aviñón (Francia) sobre la piedra filosofal, había “fabricado” doscientas barras de oro con un total de cien kilos.
Tras su muerte en el año 1334 se hallaron en el tesoro papal 25 millones de florines cuyo origen nunca pudo ser explicado, especialmente en una época en la que el enfrentamiento entre Aviñón y el Vaticano estaba tan candente y hacía que las rentas fueran tan escasas.

En el Museo Kunsthistorisches de Viena se puede ver una pieza catalogada como un Alchimistisches Medaillon: una medalla oval de 40 cm por 37 cm de tamaño que pesa 7 kilogramos. El tercio superior es de plata, pero los otros dos tercios son de oro puro.

Alchimistisches Medaillon: Oro Alquímico totalmente REAL
Alchimistisches Medaillon: Oro Alquímico totalmente REAL



En el año 1675 se acuñó en el Imperio Austríaco un ducado especial con la imagen del emperador Leopoldo I partiendo de oro alquímico producido por el propio soberano. En el reverso puede leerse: “Con el polvo de Wenzel Seiler fui transformado de estaño en oro”.

La Ciencia moderna puede “transmutar” un trozo de antracita en un diamante de gran valor, pero el proceso es muy caro. El doctor Willar Libby, ganador del premio Nobel, creó diamantes en el año 1969 introduciendo grafito entre dos ingenios nucleares. Anteriormente, en la década de 1940, el doctor Lawrence, de los Estados Unidos, efectuó transmutaciones en una serie de elementos químicos.

En el año 1897 el doctor británico Stephen Emmens, que vivía en la ciudad de Nueva York, declaró que había descubierto el método para transmutar la plata en oro. En un período de poco más de un año, el citado doctor vendió oro por valor de diez mil dólares a la “Assay Office” de Estados Unidos, en Wall Street.
El New York Herald es el testigo de excepción que nos ha legado la prueba con este titular de uno de sus periódicos: “ESTE HOMBRE FABRICA ORO Y LO VENDE AL TESORO DE LOS ESTADOS UNIDOS”. La “Assay Office” admitió que le compraba oro, aunque no podía asegurar que ese oro fuera “fabricado”.

Poniendo los pies en la tierra podemos decir que tiene poca importancia si los alquimistas pudieron transmutar metales y fabricar oro. Lo realmente importante es que creyeron en la IDEA de que un elemento químico podía ser transformado en otro. Hasta la llegada de Curie y Rutherford, la Ciencia oficial había negado tajantemente esa posibilidad.
Una vez más los conocimientos del mundo antiguo superaron y por mucho a los del mundo moderno.

Para acabar esta larga entrada queremos hacer una breve reflexión. Hemos visto en esta entrada algunas de las muchas prohibiciones que hubo contra la Alquimia a lo largo de la Historia.
En nuestros tiempos modernos podemos ver en nuestras carreteras señales que prohíben ir a más de X velocidad, por la sencilla razón de que los automóviles están preparados para ir más rápido; igualmente, en casi todos los edificios públicos hay carteles donde leemos “Prohibido fumar”, eso se debe a que cualquier persona puede entrar en un estanco y comprar un paquete de cigarrillos.

Entonces, ¿por qué hubo “carteles” en los que se ponía Prohibido fabricar oro?


Bibliografía:
La conexión cósmica - Carl Sagan
Alquimia - Titus Burckhardt
Astronaves en la Prehistoria – Peter Kolosimo
El Mago - John Fowles
El Gran Arte de La Alquimia - Jacques Sadoul
El Mensaje Oculto de La Esfinge - Colin Wilson
Enigmas Arqueológicos - Luc Burgin
Enigmas Sin Resolver – Iker Jiménez
La Arqueología Misteriosa - Michel Claude Touchard
Profeta del Pasado - Erich Von Daniken
Shambhala - Andrew Tomas
Stonehenge - Fernand Niel
Enigmas De La Historia - Taylor Jeremy
El retorno de los brujos – L. Pauwels y J. Bergier
Recuerdos del futuro - Erich von Daniken
Dioses, tumbas y sabios – C.W. Ceram

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