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miércoles, 10 de febrero de 2016

Astronomía en la Antigüedad (1ª Parte)



Mundo moderno y Sabiduría antigua. Parte 3

La comprobación científica de que las civilizaciones antiguas tenían conocimiento de lo infinitamente pequeño tal vez sea imposible, pero no lo es si nos referimos a lo infinitamente grande. Tampoco parece posible esclarecer cómo los sabios de la antigüedad obtenían su información sin avanzados instrumentos de precisión de los que no hay pruebas fehacientes.
Es precisamente esta ambigua contradicción entre conocimientos ricos e instrumental pobre la que ha llevado a muchos científicos a minusvalorar a las primeras civilizaciones de este planeta, como ya hemos visto a lo largo de algunas de las entradas de este blog.


Astronomía
Las estrellas siempre nos han "llamado"



En los escritores clásicos hay referencias al paralaje solar.
La primera observación moderna del paralaje del sol fue hecha por William Gascoigne en el año 1670 con una red de alambre puesta delante de un telescopio.
Pero los sabios antiguos se supone que no tenían telescopios, así que ¿cómo pudieron descubrirlo?
Observar el aparente movimiento del sol entre las estrellas debido al movimiento orbital de nuestro planeta exige instrumental avanzado.

Por poner algún ejemplo más: ¿Cómo podían saber los antiguos que la órbita de la Tierra alrededor del sol no era circular, sino elíptica? ¿Cómo concluyeron que el plano de nuestra órbita no coincide con el plano el ecuador terrestre?
Plutarco cita a Aristarco (siglo III antes de J.C.) al escribir: “La Tierra gira en una circunferencia oblicua, en tanto que, al mismo tiempo, lo hace alrededor de un propio eje”.
Hubo que esperar hasta los siglos XVII y XVII para que la Ciencia moderna de la mano de J. S. Bailly (1781) y K. Gauss (1819) llegaran a la misma conclusión.

El gran Platón en su obra Timeo (de hace unos 2.500 años) escribe un diálogo entre un sacerdote egipcio y Solón, legislador de Atenas. De ahí se saca que los sabios de las tierras faraónicas tenían conocimiento de los asteroides existentes en el espacio y de que alguna vez colisionaban con la superficie de nuestro planeta.
Los astrónomos actuales nos dicen que un pesado meteorito cayó en Arizona hace 50.000 años y produjo una explosión terrorífica. Podemos ver la marca que dejó en el cráter Barringer, que tiene una amplitud de 1.60 kilómetros.
El cráter Chubb en Canadá, con sus 3.22 kilómetros es prueba de otro impacto meteórico hace unos 4.000 años. La fuerza del impacto se ha calculado en el equivalente a una bomba atómica de 200 millones de megatones.
Todos hemos oído hablar también de la teoría de la extinción de los dinosaurios producida por otro meteorito que se estrelló en algún lugar del golfo de México.
Nuestro planeta muestra huellas de estos impactos en toda su superficie, como también le pasa a la Luna.


Platón y Aristóteles, por Rafael Sanzio
Platón y Aristóteles en la pintura "La Escuela de Atenas", por Rafael Sanzio



El sacerdote de la tierra de las pirámides que mencionábamos antes indicaba que la caída de Faetón al manejar el carro del sol podía referirse a la desviación de su curso de los cuerpos que se mueven en el espacio exterior, y a una gran conflagración de cuerpos astrales sobre la Tierra, algo que “ocurre repetidamente con largos intervalos de tiempo”. Platón nos habla claramente de asteroides espaciales y de sus impactos en nuestro planeta causando explosiones.
La Academia de Francia publicó hace tan sólo algo más de 200 años una declaración en la que mostraba su desacuerdo con los puntos expuestos anteriormente: “En nuestra era ilustrada, existe todavía gente tan supersticiosa que cree que las piedras pueden caer del cielo”. Un ejemplo más del oscurantismo que cayó sobre la humanidad incluso en plena “era ilustrada”.

El gran astrónomo de Uzbekistán Ulug Beg (siglo XV) escribió: “Las mezquitas caen, los palacios se convierten en polvo, pero el conocimiento permanece”. Debido a estas palabras fue condenado a un peregrinaje a La Meca, aunque nunca pudo llegar al ser asesinado en el camino por agentes del gobierno. Seis siglos después aún son utilizadas las tablas astronómicas de Ulug Beg debido a su gran precisión.

Muchísimo tiempo antes de la primera mezquita o del primer palacio, ya había conocimientos astronómicos, incluso en cuevas. Hay esculturas rupestres en Pierres Folles, La Filouzière, Vendie o Brittany que han sido identificadas como mapas astronómicos prehistóricos. Se han encontrado representaciones de las constelaciones de la Osa Mayor, la Osa Menor o las Pléyades.


Recientemente ha sido publicado un estudio sobre un roca de aproximadamente 100.000 años que se cree que es el primer mapa astronómico de la Historia. Esto debería llevar a re-considerar todos los conceptos sobre la humanidad y sus conocimientos en la Pre-Historia. Os dejamos un enlace con la noticia:



Gracias a Consciencia y Vida/Magazine por el aporte.

El calendario rúnico apareció en el norte de Europa hace unos 2.00 años y se usó hasta principios del siglo XIX. Las reglas rúnicas son calendarios permanentes y podrían ser utilizadas incluso hoy en día. Insistimos una vez más que desarrollar una cronología requiere conocimientos muy avanzados de Astronomía y Matemáticas acumulados durante muchos siglos.

El primer calendario egipcio nos ofrece la fecha más antigua registrada, el año 4.241 antes de J.C.
Las cartas estelares faraónicas aparecen en torno al 3.500 antes de J.C., lo que indica un estudio sistemático de Astronomía.
Los egipcios tenían conocimiento de que Mercurio y Venus estaban más cerca del Sol que nuestro propio planeta, Marte, Júpiter y Saturno.

El movimiento de Venus, Marte y Júpiter fue registrado por los sacerdotes babilónicos hace 4.000 años. La Astronomía mesopotámica era más avanzada y precisa que la del país de las pirámides, ya que los sacerdotes de Babilonia podían predecir eclipses.

Y aún más avanzados que los sacerdotes de Egitpo o de Sumer eran los antiguos habitantes de Inglaterra que crearon Stonehenge alrededor del año 2.000 antes de J.C. Los cálculos de los alineamientos hechos por el profesor Gerald Hawkins indican que tenían un conocimiento exacto de los solsticios y equinoccios, y la capacidad de predecir eclipses. Su tradición astronómica tan compleja prueba una evolución de millares de años.

Los primeros enciclopedistas de la historia no son los de la Francia de la Revolución, sino que vivieron en la antigua Grecia. Recogieron, clasificaron y asimilaron la ciencia de civilizaciones anteriores (Egipto o Sumer), y además llegaron a sus propias conclusiones que han dejado huella “imborrable” en nuestra cultura.
“La Tierra es redonda y gira alrededor del Sol”, decía Anaximandro (aproximadamente 610-547 antes de J.C.)
“La Tierra es un globo” enseñaba Pitágoras (siglo VI antes de J.C.) en su escuela de Crotona.
Aristarco de Samos (310-230 antes de J.C.) sostenía que la Tierra se desplaza en una órbita alrededor del Sol girando al mismo tiempo sobre su eje. Añadía que todos los planetas giraban alrededor del Sol.
Heráclito (siglo IV antes de J.C.) defendía que “la Tierra gira sobre sus eje cada 24 horas”.
Seleuco de Eritrea (siglo II antes de J.C.) también hablaba de la rotación de la Tierra y de su traslación alrededor del Sol.

“Quiero hallar el tamaño de la Tierra” dijo Eratóstenes (276-194 antes de J.C.), el famoso bibliotecario de Alejandría. Se fijó que en Siena, hacia el sur de Alejandría, el Sol estaba directamente en la vertical en el solsticio de verano, y que ese mismo día en Alejandría, el Sol  se desviaba siete grados de la vertical.
Valiéndose de la Geometría calculó un valor para la circunferencia de la Tierra y otro para su diámetro.
La moderna Astronomía confirma que en el diámetro se equivocó en tan solo 80 kilómetros.

Megástenes fue un embajador griego en la India en el siglo IV antes de J.C. Cuando mencionó la Astronomía al rey Chandragupta Maurya, éste dijo: “Nuestros brahmanes creen que la Tierra es una esfera”.

El antiguo texto Surya Siddhanta contiene cálculos bastante precisos sobre el diámetro de la Tierra y su distancia a la Luna.
El Rig Veda, libro sagrado de la India, menciona en un pasaje a “las tres Tierras”, cada una dentro de la otra.
Gracias al adelanto de la Ciencia sabemos hoy en día que la Tierra tiene tres gruesas zonas: el núcleo interno, el núcleo externo y el manto; además hay una parte muy finita arriba del todo que es la corteza, encima de la cuál vivimos todos nosotros, lo cuál confirma lo escrito siglos antes en el Rig Veda.

Nan-chi Hsien-weng, héroe del Panteón Chino, tenía el misterioso sobrenombre de Anciano inmortal del polo sur. Sirvió al general Chiang-Tzu-Ya en el año 1.122 antes de J.C.
Es significativo que hace más de 3.000 años los sabios chinos tuvieran un concepto correcto de la forma esférica de la Tierra al hablar del polo sur.
Chang Heng (78-139 de nuestra era) decía que “La Tierra es un huevo que apunta hacia la estrella polar”.

Cristóbal Colón antes de hacer su primer viaje estudió todos los escritos clásicos relativos a la forma de la Tierra y a la posibilidad de alcanzar el Este yendo hacia el Oeste. En una de sus cartas escribió que “La Tierra tiene una forma ligeramente como una pera”.
Los modernos satélites espaciales han confirmado esta aseveración.

En breve continuaremos con la segunda parte de este tema tan apasionante.



Bibliografía:
La conexión cósmica - Carl Sagan
Alquimia - Titus Burckhardt
Astronaves en la Prehistoria – Peter Kolosimo
El Mago - John Fowles
El Gran Arte de La Alquimia - Jacques Sadoul
El Mensaje Oculto de La Esfinge - Colin Wilson
Enigmas Arqueológicos - Luc Burgin
Enigmas Sin Resolver – Iker Jiménez
La Arqueología Misteriosa - Michel Claude Touchard
Profeta del Pasado - Erich Von Daniken
Shambhala - Andrew Tomas
Stonehenge - Fernand Niel
Enigmas De La Historia - Taylor Jeremy
El retorno de los brujos – L. Pauwels y J. Bergier
Recuerdos del futuro - Erich von Daniken
Dioses, tumbas y sabios – C.W. Ceram

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